viernes, 20 de agosto de 2010

Sinestesia


La acumulación de vivencias, experiencias y situaciones del acontecer diario se da de una forma tan natural y normal que la mayoría de las veces es imperceptible el cambio y evolución constante de las cosas, seguimos viendo nuestros lugares de vivienda y rutas diarias de desplazamiento exactamente igual a como la veíamos desde hace años, está percepción no cambia a menos de que algo trascendental pase como la desaparición de un edificio o algún punto que nos servía como referencia ya sea para preparar nuestro descenso del transporte o el punto donde tendríamos que dar vuelta si manejáramos o cualquiera que sea la situación y la única sensación que nos queda es la de tener una vaga idea que ahí existía algo pero por una extraña razón no sabemos qué, por eso es común que nunca o casi nunca nos damos cuenta de los cambios suscitados, día a día nuestro cerebro además de descansar de las actividades diarias, necesita el proceso del sueño para poder almacenar, acomodar y desechar los conocimientos, aprendizajes o datos obtenidos durante el día, este proceso es básico para tener una memoria fresca y sana la cual nos permita sacar el provecho máximo en nuestras actividades diarias. Si nuestro cerebro por hacer una comparación, quisiéramos saber cuántos gigas, megas, o bytes tendría de capacidad, como si de un disco duro se tratará, este equivaldría a 2.5 petabytes para hacerse una idea, una capacidad de almacenamiento así supone 3 millones de horas de vídeo, unos 300 años de reproducción continua.

¿En que radica el tener conocimientos o recuerdos más frescos? Tal vez podríamos decir por su uso constante y repetitivo en nuestro quehacer diario, pero también existen conocimientos o recuerdos que ni siquiera sabíamos que teníamos, como la cantaleta o ritmo de alguna canción nefasta o “microbusera” o un vago recuerdo de la infancia que se ve muy a lo lejos y algo borroso, la mayoría ligados a lesiones, cortadas o caídas, y que de una u otra forma marcaron nuestra precaución hacia cierto tipo de actividades o situaciones las cuales nos hicieron aprender que todo lo que tiene punta representa peligro y más aún si está va acompañada de metal, afortunadamente no por experiencia propia, lo mío era más hacia las actividades propias de un “faquir” y las propiedades y virtudes del vidrio, el cerebro tiene formas de selección un poco más bohemias y románticas, y escoge lo verdadera trascendental para nosotros es decir aquellos recuerdos que están ligados a nuestros sentimientos, y gustos, pero estos no se podrían almacenar sino durmieras ya que esto hace que nuestro cerebro permita salvar y guardar todos los cambios acontecidos durante el día.


¿Pero qué pasa cuando una imagen desencadena una serie de recuerdos, un poco empolvados? Un poco lo que pasa en aquella escena épica y afamada de Ratatouille, justo la escena cuando el crítico Anton Ego prueba el platillo que le da nombre a la película y lo remonta a la época en la cual probaba los platillos elaborados por su madre, claro nadie nos dice que lo es, pero se da por sentado, que un recuerdo tan importante y especial no podrá estar vinculado a nadie de tanto valor como este personaje inigualable y único en la vida de cada uno de nosotros, esta escena en especial nos transmite empatía, nostalgia, amor y tantos y tantos sentimientos que es una escena merecedora de la memoria colectiva del cine como una de las mejores jamás hechas, pero además es el ejemplo perfecto de la “sinestesia”, este tipo de recuerdos son básicos para lograr una armonía, claridad, limpieza y sanidad de memoria por distintos motivos ligados a ser buenas o malas personas.

El terminó es una de las mejores ejemplos con las cuales nos podemos referir a esos momentos fundamentales de nuestra vida y la experimentación de una situación así, es estremecedora, un olor, un color, un sonido son tantos los elementos que pueden liberar este tipo de experiencias que no sería posible citar las millones de situaciones o posibilidades existentes, desde gente que al escuchar el caer del agua se remonta a cascadas en bosques lejanos, el aroma de una amor perdido, o como en este caso un sabor a la infancia acontecida, pero lo más importante es que nuestro cerebro solo guarda este tipo de emociones y vivencias a lo mejor de nuestras memorias.

Las opciones disponibles son innumerables pero creo que deberíamos de dar un poco de mayor crédito a los procesos naturales de nuestro organismo y sobre todo darle una ayuda para romper la cotidianeidad y sumergirnos día con día en un mar de experiencias emociones y sorpresas disponibles para nosotros, rompamos un poco, aunque sea un día con la rutina, caminemos en igual de tomar un taxi, cambiemos nuestro mouse de posición, elijamos un sitio distinto para comer, o simplemente pidamos algo distinto del menú acostumbrado, la suma de estos pequeños cambios diarios harán que nuestra memoria se mantenga ágil, sana, fresca y alerta, pero sobre todo si corremos con un poco de suerte viviremos una “experiencia sinestesica” que nos trasladará a momentos irrepetibles, pero que daríamos lo que fuera por volver a vivir, por revivir aunque sea un instante, vale la pena o no?