jueves, 1 de septiembre de 2011

Lo que un día fué, no será





El día ayer durante el transcurso de ida al trabajo vi una escena en particular que me pareció salida de una época anterior, esta consistía en un pastor u ovejero llevando a pastar a un grupo de borregos, el lugar no era en si una zona agreste o una extensión de campo al aire libre, se trataba de las llamadas “reservas involuntarias” relacionada en este caso con la adaptación de un área como canchas deportivas, cabe recalcar que mi lugar de vivienda se trata de un municipio perteneciente a la zona metropolitana del distrito federal, a pesar de la distancia existente con mi lugar de empleo una de las ventajas que puedo destacar, es esa simbiosis entre ciudad y reserva natural, a pesar de no faltar servicios ni equipamiento urbano a esta zona conserva ese aire de campo, libertad y pureza, aunque tal vez lo vea con tintes un tanto románticos o poco objetivos, aunque no creo que sea así.
Los fines de semana per se son una desconexión total de las actividades cotidianas referentes al trabajo y el ajetreo de la ciudad un poco caótica y estresante, pero a esto se le suman la libertad y pureza de la que hablaba, si así lo deseo puedo desde asistir a jugar boliche, al cine, o comer una buena barbacoa, montar a caballo, o probar el elixir de los dioses, el pulque, (aunque no sea de mi agrado) yo soy de emociones más fuertes, la escena de la que hablaba, me hizo pensar cuantas cosas veíamos de lo más normal o estábamos tan acostumbrados que jamás nos causaban algún tipo de sorpresa, se que tal vez en estos tiempos sea ya muy trillado hablar sobre nuestras actividades infantiles y lo poco seguro que resulta en la actualidad el desarrollo de juegos inocentes, pero en serio, ¿Nos hemos tomado un poco de tiempo para pensar lo que no será más?


En la infancia recuerdo jugar hasta altas horas de la noche en la calle fútbol, ir a comer tacos después de regresar de un baile, disco o fiesta, sin el más mínimo temor de lo que pueda pasar, platicar en la banqueta, exterior de la casa, u otro lugar que se pudiese visitar, comer alimentos con la plena seguridad de su frescura y bienestar, utilizar servicios de transporte con la plena confianza y seguridad, y miles de ejemplos que se pudieran citar, que van desde actividades, inocencias y honestidad. Pero ahora todo eso jamás regresara, y no estoy diciendo que ya no se puedan realizar, pero cada vez son menos los lugares en los cuales nos sintamos seguros, plenos, y a gusto, cada vez desconfiamos más sobre la naturaleza y calidad de los alimentos consumidos, es impresionante la lista de transgénicos existentes y de uso común.

Aplaudo ferviente a los padres de familia que incentivan los productos de entretenimiento clásico de Disney como Pinochio, Cenicienta, Dumbo, películas con valores universales creo yo, la música de Cri- Cri, y cosas por el estilo, gran parte de nuestra falta de asombro y soberbia de las generaciones actuales es por la falta de inocencia.
Si de verdad quieren recuperar un poco de autenticidad y honestidad de su vida los invito hacer un road-trip por el sureste del país, valorar los pequeños detalles y tomarse el tiempo necesario para disfrutar así se darán cuenta que las diversión más básica y autentica es la que carece de pretensión. Por que como dice la canción, lo que un día fue, no será, y tal vez lo que ven ahora, jamás vuelva a pasar...